Una enfermedad sin fronteras

En esta primavera una nueva enfermedad está asolando al mundo globalizado. La gripe porcina o gripe nueva, como guste llamar, es una enfermedad altamente contagiosa y por este simple hecho es de suponer que las arriesgadas cuentas de la OMS que estiman que media Europa será contagiada por el nuevo virus lleguen a ser ciertas. Pero, amigos, la nueva gripe es una enfermedad muy leve, en la que no cabe el grito de alarma. Si fuera una enfermedad crónica, un cáncer, una enfermedad con grandes riesgos de mortandad la alarma sí que estaría justificada. Pero no es ni mucho menos el caso de la gripe porcina. Sí, es verdad que hay varios casos confirmados de muerte a causa de esta enfermedad ( no los ciento y pico dicen que ha habido en México, en los cuales no se tiene la certeza de haber estado provocados por la gripe porcina), pero es únicamente porque toda esa gente no se trató clínicamente. Es que, en definitiva, no puede caber la alarma en nuestro cómodo mundo, cuando tenemos medicamentos de sobra para no preocuparnos lo más mínimo.
Bueno, pero, ¿y los países tercermundistas? Yo creo que este es principal problema de esta posible pandemia, y es a la vez el que menos parece haberse mencionado en los medios de comunicación. Hasta ahora no ha habido casos de gripe porcina en países extremadamente pobres, me refiero sobre todo a los africanos. Esto es debido a que la sociedad africana en general no se puede permitir moverse por el mundo, no tienen poder adquisitivo suficiente. Aunque sería fructífero plantearse una situación, una situación que desgraciadamente no es nada descabellada.

Imaginaos que uno de los inmigrantes que llegan paulatinamente a las costas españolas cogiera la enfermedad antes de ser extraditado, o que uno de los presidentes africanos, cuya fortuna alcanza límites insospechados entre tanta miseria y hambruna, en uno de sus viajes de negocios, o en una de sus visitas a amiguetes pudiera contagiarse de la gripe nueva. Incluso sus acompañantes, personas de su séquito presidencial estarían en riesgo de ser portadores del virus. Y ahora os invito a imaginar que esa persona vuelve a su país y que contagia esa enfermedad a otra persona, y ésta a su vez a un par de ellas, y éstas a otras tantas.

Si ésta, como cualquier otra enfermedad se expande por el tercer mundo, por esos territorios tan lejanos a nuestro pensamiento que carecen de los más básicos medicamentos, que carecen de la cura a las más elementales enfermedades, veremos por fin, aunque a costa de millares de muertes, la lacra de la globalización y de esta sociedad capitalista que nos está convirtiendo de seres humanos a seres lucrativos.

Ahora bien, viendo las miles de muertes que causa el sida y la malaria en el tercer mundo, mi esperanza parece disolverse en la cruda realidad mientras nuestra visión siga siendo tan egoísta.

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