Los mundos de Coraline, de Henry Selick


Hablar de Henry Selick es, por encima de todo, hablar de animación, y de la buena. En 1993 un maravilloso cuento gótico navideño producido por Tim Burton lanzó a la fama a este espigado estadounidense. Sí, "Pesadilla antes de Navidad" fue una de las mayores fantasías visuales del cine sin lugar a dudas, y también fue una película en la que la estética burtoniana predominaba por encima de todo impregnando de magia el ambiente. Dieciséis años después, en el año 2009, y tras varios trabajos poco destacables, Selick se la juega sin Burton y consigue entregarnos otro cuento aún más bello y aún más siniestro, pero igual de impresionante.

Hay que aplaudir a rabiar la labor de Henry Selick, por las dos metas que cumple en Coraline, primero por escribir la adaptación basada en la novela de Neil Gaiman, que juega un papel casi protagonista en la producción y segundo por dirigir esta novedosa producción animada stop-motion rodada en 3D y alta definición de manera tan cuidadosa, detallista y notable. Lo relevante en esta película es que Henry Selick se aleja lo suficiente de lo que fue "Pesadilla antes de navidad”, y propone nuevas técnicas y una nueva estética para un argumento que demanda esta clase de tratamiento novedoso. Coraline no es tan burtoniana, pero si es oscura y seguramente conseguirá la aceptación de los fanáticos que esperan algo parecido al mundo de Jack Skellington. Coraline es una prodigiosa fábula kafkiana con tintes de Lewis Carroll que disfruta de la suficiente originalidad y eficacia constructiva como para parecernos totalmente novedosa y fascinante.



La historia sigue a la joven Coraline, una niña de once años que se acaba de mudar con sus padres a un caserón viejo apartado de la ciudad. Con su familia centrada en obtener una seguridad económica, Coraline se siente desplazada, llegando a descubrir un mundo paralelo dentro de su propia casa donde sus anhelos se ven aliviados, dando así inicio a una aventura vibrante y en todo momento espectacular en la que no todo es lo que parece y la fantasía es tan bonita y maravillosa como irreal y cruel.

La animación stop-motion siempre estuvo en el pensamiento del director, aunque él y Bill Mechanic consideraron la posibilidad de la animación digital e incluso usar actores de carne y hueso. Pero Henry Selick decidió que “era la historia perfecta para la animación stop-motion”. El proceso de animación stop-motion es muy especializado. Los animadores manipulan fotograma a fotograma los objetos (personajes, atrezo, decorados, etcétera) en una plataforma de trabajo. Se fotografía cada fotograma para la cámara de cine. Cuando se ensamblan y proyectan las miles y miles de fotografías, los personajes se mueven con fluidez y continuidad. Es magia cinematográfica hecha a mano. Filmar una película de animación stop-motion tiene muchos parecidos con un rodaje convencional: hay que construir decorados; se debe peinar a los personajes, maquillarlos, vestirlos, iluminarlos... y dirigirlos.

El libro que adapta la película ha servido de inspiración para un cortometraje realizado por tres cineastas italianos; un espectáculo de marionetas de una compañía irlandesa; una obra de teatro de una joven compañía sueca; una novela gráfica de tapa dura, y un musical off Broadway que se estrenará en la primavera de 2009. 18 meses antes de que el libro de Neil Gaiman se publicase (en 2002) éste ordenó a su agente que le mandará una copia a Henry Selick, del que podía decirse que era admirador. Al cabo de una semana Selick quería hacer la película.

No es Disney, no es Pixar. Esto es algo mucho más oscuro...mucho más. (3)


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